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El discurso de Almagro: a propósito de la Contradicción

Actualizado: 25 jun 2020


Como la imprecisión, la contradicción también es parte del discurso político. No sólo la contradicción como análisis de los discursos en el tiempo, sino como la confrontación del discurso con el contexto.

Y como con la imprecisión, los candidatos conservadores que han tenido éxito en los últimos años han descubierto que las poblaciones no son tan implacables en la confrontación discurso/realidad, siempre y cuando quien pronuncia el discurso tenga mucha influencia en redes y el acompañamiento de medios de comunicación.


En esos momentos, cuando mienten, los dirigentes están reforzando el apoyo de sus seguidores más fieles y buscando respaldo entre aquellos que no los siguen, pero que se oponen a sus rivales políticos. Buscan porciones de realidad que les sean provechosas.

Pero hay momentos en los que la distancia entre lo dicho y lo hecho es un océano, como en este caso. Y volvemos al hecho emblemático: Bolivia. Las 15 veces que mencionó Almagro la palabra democracia (o palabras de la misma raíz y significado), la apelación a la defensa de la institucionalidad, la promesa de trabajar para ampliar los derechos, todo el discurso de Almagro se apoya en esos supuestos valores democráticos, argumentos que se derrumbaron con Bolivia.

No es por ser reiterativo, pero es importante reconocer que la gestión de Almagro tuvo numerosos ejemplos que manifiestan la distancia entre el discurso institucionalidad/democracia y la realidad. Cabe recordar que el titular de la OEA llegó a pedir una acción armada contra Venezuela (1) o reconoció públicamente a Piñera por la brutal gestión de sus fuerzas de seguridad durante las protestas en Chile (2). No obstante, lo de Bolivia va más allá, dado que la OEA fue partícipe activo del golpe. Cruzó una línea. Ya no fue mirar hacia otro lado, ya no fue prestar apoyo al dirigente golpista, fue construir un golpe de Estado proveyendo un informe apócrifo como sostén argumental de la asonada militar.


En ese sentido, todo el discurso de Almagro fue una oda a la contradicción, pues toda alusión a la institucionalidad o a los valores democráticos se derrumban ante la evidencia: Bolivia.

Y si se derrumba la promoción de la democracia, como quiera que se entienda esa finalidad tan difusa y cuestionable, entonces la OEA misma carece de sentido.

El articulo 2 de la “Carta de la Organización de los Estados Americanos” enumera ocho propósitos esenciales. El punto “b”, dice: “Promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención” (3).

La participación activa en un golpe militar destruye el fundamento mismo de la organización. Ya no hay lugar a dobles lecturas ni a interpretaciones diversas. Incluso la justificación del golpe, incluso la opinión favorable al golpe en Bolivia no puede negar la participación de la OEA en la asonada.

Bolivia es el objeto disruptivo, el elemento de análisis que desarma toda la argumentación de Almagro y hasta el propósito de la OEA, por cuanto la participación en el golpe es incuestionable.


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