En este link se pueden ver las incorporaciones al diccionario de la Real Academia Española en 2020.
Es decir, la entidad que trabaja sobre la lengua española o castellana, emite anualmente un largo documento con nuevas palabras aceptadas.
¿Por qué lo hace?
Porque el lenguaje (o lengua) es dinámico, pero sobre todo es uso. Cuando una palabra se masifica, se convierte en uso, o bien cuando una palabra amplía o cambia su significado (hace 200 años la palabra red no aludía a una red informática), la RAE modifica el diccionario para adecuarse al uso.
Este detalle es fundamental para entender qué es la lengua. La lengua o el lenguaje, no es un conjunto de normas, es uso. Y en todo caso es el uso lo que se intenta normar.
Ahora bien, ni siquiera la norma es determinante. ¿Por qué? Porque no es vinculante. La RAE puede decir lo que quiera, pero no te van a meter preso por hablar mal, ni te van a cobrar una multa.
El lenguaje (o lengua, ahora lo cambié) es una dinámica social que se nutre de diversos consensos, muy complejos y veloces como para ceñirse a un diccionario.
A su vez, se habla en decenas de regiones, cada una con sus particularidades y sus propios modos de habla. Por lo tanto, pensar que una entidad, que está en una ciudad, pueda apropiarse del uso correcto de la lengua (o lenguaje), actualizando un diccionario una vez al año, es una sinrazón.
En todo caso puede funcionar como un faro o guía, pero no como una norma para zanjar discusiones.
Por tal motivo, seguir renegando sobre el llamado lenguaje inclusivo es una estupidez desde el punto de vista de la lengua (o lenguaje), más aludiendo a la RAE como si fuera vinculante.
La crítica del uso del lenguaje inclusivo, sobre todo la más despiadada, es más una posición política ante el feminismo que una reflexión seria y profunda sobre el lenguaje (o lengua) y sus usos.
Si en 20 años, supongamos, se masifica el uso del “e” para identificar a los plurales genéricos, entonces la RAE va a incluir la “e” para los plurales genéricos. Porque la lengua es... ¡uso!
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