La película Los Increíbles fue una de las mejores exponentes de la sociedad Disney – Pixar, que tuvo como corolario dos Oscars, a la mejor película de animación y a la mejor edición de sonido, y una taquilla millonaria, que varios años después le mereció una secuela.
Los Increíbles contó además con la particularidad de ser la primera película de animación por computadora con un reparto exclusivamente de humanxs. No hubo juguetes, ni animales antropomorfizados, sólo humanxs. Lo que no quita que haya sido una cagada, en la que lxs malxs son buenxs y los buenxs son malxs.
¿Cómo?
Sí, es una película que anda al revés en varios sentidos. La acción comienza en los años dorados de los superhéroes, en una época en la que para impartir justicia había que tener súper poderes. Sólo el día de su casamiento, Mr. Increíble salva a un suicida, a una vieja que se había subido a un árbol para rescatar a su gatito, evita la destrucción de un tren de pasajeros y detiene a un automóvil lleno de maleantes.
El problema fue que la destrucción y las lesiones provocadas por el periplo heroico del protagonista terminaron con millonarios juicios. Lxs damnificadxs acudieron en masa a la justicia, en una acción civil que terminó perjudicando a lxs superhéroes, hasta prohibirlxs.
Unos años después, Mr. Increíble es un gordo de mediana edad que tiene un trabajo de mierda y está cansado de su esposa y sus tres hijxs. El tipo se siente un fracasado anónimo, un tipo más en un mar de tipxs tristes y extraña aquellos años de adulación masiva, cuando el mundo le agradecía que sostuviera la balanza de la Justicia en sus poderosas manos.
En lo peor de su vida, cuando lo despiden del trabajo y la organización secreta estatal que protegía a lxs superhéroes le anuncia que de ahora en más nadie va a ayudarlo, una extraña invitación le permite recuperar sus años dorados. Pero todo es una trampa de Síndrome, un desquiciado que cuando niño quiso transformarse en el compañero de Mr. Increíble, pero recibió el desprecio del héroe.
El plan maléfico de Síndrome es probar que cualquiera puede ser un héroe. Planea fraguar un ataque en una ciudad parecida a Nueva York con un robot que él mismo construyó -porque es brillante y millonario-, y derrotarlo delante de todo el público con sus artilugios mecánicos y electrónicos. Después, entregaría esa tecnología a la población, demostrando que “cualquiera puede ser un héroe”.
El plan, por supuesto, resulta mal. El robot se revela, derrota a Síndrome y aterroriza a la ciudad. Lxs héroes, en el ostracismo por las acciones civiles de los ciudadanos, vuelven a la escena y con sus súper poderes acaban con el robot y recuperan la gloria perdida, dejando en claro que no cualquiera puede pelear contra el mal.
ADN Heroico
Las primeras reflexiones resultan comunes en la mayoría de las historias de superhéroes: por un lado, lxs malxs son inteligentes y lxs buenxs son más estúpidxs, pero gente de acción. Entonces, cuidado con la inteligencia, que es mala, no lo olviden, chicxs. Y en segundo lugar, cualquier asociación colectiva es despreciada. El mal necesita ser combatido por personas extraordinarias, situadas por encima de las sociedades, con poderes extraordinarios y un animoso altruismo. Toda instancia cívica, institución democrática... en fin, cualquier tipo de asociación colectiva que no tenga a unx extraordinarix a la cabeza, fracasa.
Pero el quid de la cuestión, lo que hace a Los Increíbles portadora de un mensaje pedorro único, es la maldad de síndrome. El supervillano sólo quiere demostrar que no hacen falta poderes sobrenaturales para luchar por el bien y la justicia.
La película, por supuesto, lo muestra como a un trastornado que quiere destruir a los héroes, y hace hincapié en los medios que utiliza para imponer su teoría. El villano es cruel y maquiavélico, es decir, no le importan los medios siempre y cuando cumpla con su fin. Eso lo hace un villano, y está bien. Pero su postulado inicial, el de lograr que todo el mundo tenga la posibilidad de ser un héroe, no tiene nada de malo, aunque sea demonizado por la película.
El mensaje de los ganadores, por el contrario, es nefasto: sólo aquellos con súper poderes podrán ser superhéroes. Y aunque la película no ahonda en la cuestión, a juzgar por el hecho de que toda la familia posee poderes especiales se deduce que lo extraordinario se hereda. Lxs hijxs de Mr. Increíble y Elastigirl tienen cada uno una característica sobrenatural, pero además, en el paquete también reciben la cuota necesaria de altruismo y valentía, ese plus que tienen los superhéroes para trabajar bajo presión.
La teoría se confirma en una escena en la que Elastigirl, la madre, recuerda a su hija, una adolescente acomplejada con el poder de hacerse invisible y crear campos de fuerza, que ante el peligro sabrá qué hacer, porque lo lleva en la sangre.
De este modo, la sociedad en la que viven Los Increíbles y los demás héroes es una sociedad estratificada, en la que unxs nacen para ser héroes, y otrxs para ser rescatadxs. El fracaso de Síndrome demuestra que no hay manera posible de romper esa lógica, y que todxs aquellxs que intenten modificar el status quo serán unxs villanxs desalmadxs.
La película, entonces, no sólo confirma los tópicos usuales en las películas de superhéroes como el desprecio por la fuerza colectiva, el civismo y la inteligencia, sino que además le añade un nuevo tópico: el heroísmo se hereda
Comments