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Foto del escritorCronista de lo Obvio

Haceme acordar, o cómo deslindar una responsabilidad

Actualizado: 9 ago 2018


El acto de deslindar responsabilidades es uno de los motores de las relaciones humanas. La responsabilidad es la prima hermana de la culpa, y al ser humano le aterra la culpa. Por ello ha inventado toda una serie de mecanismos que le permiten evadir la responsabilidad, y por lo tanto evitar la culpa.

Analizándolo con cuidado, la evasión de la culpa trasciende transversalmente todas las relaciones sociales, y hasta las caracteriza, aunque somos tan inteligentes que a veces disfrazamos esos sentimientos y esas acciones de otros mucho más nobles.

A la pregunta ¿por qué recortamos la libertad de nuestros hijos o porque nos preocupa su seguridad?, cien a uno que todos responderán que la restricción de la libertad es una respuesta a la violencia en la sociedad, a la inseguridad, a las depravaciones que se leen en los diarios. Pero, vale la pena la insistencia, ¿además temor por los chicos, no hay temor de cargar una mochila, quizá la más pesada que exista: la culpa por la desventura de un hijo?

Aparentemente menos grave, hasta menos serio, pero no menos usual y bastante relevante, el mecanismo de pérdida de la memoria es uno de los más comunes para deslindar responsabilidades.

En un diálogo, por ejemplo, una persona tiene una obligación que cumplir, pero teme olvidarse de ella. Entonces, le pide a otro individuo que por favor le sirva de ayuda memoria. Esto es, que el interlocutor le recuerde cuál y cuándo es la obligación a cumplir.

Si se observa bien la dinámica, lo que hace el olvidadizo es quitarse la responsabilidad y depositarla en el otro, quien deberá cargar con la piedra de la obligación a cuestas y por ende la culpa de no cumplirla, si el olvido se impone ante ambos.

El sujeto 1 tiene una obligación que cumplir, y de no cumplirla la culpa recae sobre él. Pero al pedirle al sujeto 2 que le recuerde sobre la obligación, la responsabilidad sobre esa obligación se traslada. ¿Qué pasaría entonces si esa obligación no llegara a cumplirse?

Es discutible, pero no caben dudas de que el sujeto 2 tiene parte de la culpa. Y en una discusión imaginaria, el sujeto 1 le diría, seguramente, “no me hiciste acordar”, argumento ante el cual hay pocas respuestas.

Ahora, ¿cómo evitar esa mochila? Negar una ayuda en este tipo de casos es poco solidario, la responsabilidad también es hermana de la solidaridad (sí, son un montón de hermanas). La respuesta más sencilla sería acordarse, es decir, no olvidar el encargo. Pero si el olvido es una posibilidad para el sujeto 1, que por eso pide ayuda, ¿por qué no puede serlo para el sujeto 2?

La única alternativa entonces es ensayar una respuesta que evite la mochila de la culpa, más allá de haber aceptado el encargo.

Una vez más, en el diálogo imaginario, el sujeto 1 le reclama al sujeto 2, “¿por qué no me hiciste acordar?”, a lo que el sujeto 2 le responde, “¿y por qué no te acordaste vos, si es tu problema, la concha de tu madre?”, y problema resuelto.

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