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El rey en sus aposentos

Actualizado: 10 sept 2020


"Por lo tanto, el senador (Álvaro) Uribe Vélez cumplirá la privación de la libertad en su residencia y desde allí podrá continuar ejerciendo su defensa con todas las garantías del derecho al debido proceso. La providencia fue adoptada con base en un riguroso estudio jurídico sobre la realidad procesal, que indica posibles riesgos de obstrucción de la justicia” (Héctor Alarcón, presidente de la Sala Especial de Instrucción de la CSJ).


El hombre fuerte de la política colombiana, el líder mesiánico que construyó una imagen de superhéroe todopoderoso capaz de derrotar a la guerrilla solito, con la bandera estadounidense flameando a sus espaldas, fue también el primer expresidente en sufrir la privación de la libertad en la historia reciente de su país.


Así las cosas, el escenario político colombiano sufrió un cimbronazo de tal magnitud, que las consecuencias son difíciles de advertir. Porque, claro, la decisión sobre Uribe cae en una etapa bastante especial de la humanidad y con un liderazgo, el de Iván Duque, en creciente cuestionamiento.


Primero, en casa

La detención de Uribe tiene, en realidad, un impacto más simbólico que jurídico. Es decir, su situación procesal no cambia por la detención, que se produjo como una forma de evitar que el expresidente pueda influir en la investigación por manipulación de testigos. Ver más sobre el caso acá.


Pero su significado político es incuestionable porque él mismo construyó su imagen pública alrededor de la legalidad. Se estableció a sí mismo como el dueño de la ley, incluso situándose por encima de ella, como un superhéroe.


Con ese discurso, lograría evadir una gran cantidad de denuncias en su contra, algunas muy graves, que finalmente cayeron sobre su círculo íntimo. Casi todos sus colaboradores cercanos están en la cárcel o fueron enjuiciados por delitos que van desde escuchas ilegales a opositores, jueces, líderes políticos y periodistas, hasta el apoyo a una de las fuerzas más sanguinarias de la historia latinoamericana: los paramilitares de ultraderecha.


Su detención, entonces, tiene un poderoso significado político que si bien no va a quitarle el liderazgo de su partido abre el juego por el liderazgo alterno y la carrera por la nominación presidencial en las elecciones 2022.


En ese sentido, si el liderazgo de Duque era cuestionado antes del arresto, luego de la detención de Uribe su situación se tornó más delicada. El ala dura del partido, que cuenta con dirigentes como la senadora Paloma Valencia, acusa al mandatario por su presunta moderación y por no acelerar el paso hacia una constituyente. De hecho, el 14/8 hubo una reunión para limar rispideces entre este sector y el mandatario (más info).


Luego, afuera

Puertas afuera, el partido cerró filas cuestionando la legalidad y el acuerdo con las FARC, en pos de un viejo anhelo uribista: modificar la Constitución y la justicia. ¿Cómo? “Duele como colombiano que muchos de los que han lacerado el país con barbarie se defiendan en libertad, o inclusive, tengan garantizado jamás ir a prisión, y a que un servidor público ejemplar, que ha ocupado la más alta dignidad del Estado no se le permita defenderse en libertad, con la presunción de inocencia” (link).


La declaración pertenece al cuestionado Duque, y revela de manera bastante precisa la primera línea de la estrategia uribista para enfrentar el problema: el garante de la democracia, el paladín de la justicia es injustamente encarcelado, mientras que los destructores de la nación usufructúan un acuerdo espurio suscrito por el traidor de Santos para vivir en una libertad que no merecen. Palabras más, palabras menos.


La estrategia refuerza la oposición uribista al acuerdo entre el anterior gobierno y las FARC. Al mismo tiempo, algunos dirigentes relevantes pero no centrales en la fuerza oficialista salieron con mayor firmeza a criticar a la justicia. El caso más extremo fue el de Paola Holguin. Poco después de la orden judicial, trascendió un audio de Holguín, senadora oficialista, en el que llamaba a la “reserva activa” a defender a Uribe (Link). Ante las críticas, la senadora afirmó que era un llamamiento pacífico, pero cuesta creer que la convocatoria al ejército a mantenerse alerta sea un llamado pacífico.


Igual, a los uribistas más férreos no les molesta el exabrupto, al contrario, los anima a seguir a su líder con más efervescencia y menos reflexión. Porque, de algún modo, eso es lo que genera esta estrategia: separar las aguas. Dividir al eventual electorado entre los que están con nosotros y los malos. No hay lugar al análisis, vivimos en una película hollywoodense.

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