Disney es una fábrica de fantasías. Mucha imaginación robada, es cierto, pero imaginación al fin. Chicos que son chicos para siempre y vuelan peleando con piratas; adolescentes que congelan ciudades; jóvenes con el pelo de tres metros de largo; animales parlantes; casas voladoras, y un largo etcétera.
Pero la verdadera fantasía, la auténtica imaginación al poder y acaso la peor herencia de los cuentos robados es la capacidad de los protagonistas de sobreponerse a las crueldades a las que son sometidos para alcanzar el viejo y peludo “y vivieron felices por siempre”.
Rapunzel es robada de niña, criada por una oscura inmortal que la obliga a cantar sin cortarse el pelo hasta tener una escoba de diez metros. Sin salir de una torre de dos por dos, su sometimiento se cura pisando el pasto y enganchándose con un simpático ladrón. Vivió feliz por siempre.
Las hermanitas frío también se la pasan encerradas en un palacio, solas como hongos. Una está desesperada por chaparse a un tipo y a la otra la entrenan para no sentir. Pero después de peripecias y una canción que escucho hasta en sueños, cortesía de mi nena, vivieron felices por siempre.
Ariel traiciona a su estirpe y su familia (¡Vamos, traiciona a todo el mar!) por un tipo que vio dos veces en su vida. Cuando lo consigue, es perdonada por su familia y vive feliz por siempre.
Aurora fue engañada por tres viejas, separada de sus padres y después se acostó a dormir por un montón de tiempo. La despertó un guaso que había visto una vez en el bosque.
Bella es maltratada porque le gustaba leer y ansiaba salir de su pueblo para levantarse a un príncipe. Lo logró, pero era una especie de león, atormentado y convertido en bestia por un bruja. Suerte que el tipo se volvió humano y vivió feliz por siempre.
Todos, sin excepción, tuvieron infancias y adolescencias traumáticas, que milagrosamente no dejaron secuelas. Bastaba con encontrar a un príncipe, una princesa o simplemente a una persona hermosa para curar las viejas heridas y vivir felices por siempre.
No importa ser esclavizada por tus hermanas, envenenada por tu madrastra o encerrada en una torre. Tampoco que traicionen a sus familias y oculten una ambición desmedida por el poder (¿acaso anhelar a un príncipe no oculta el deseo de acumular poder?). Basta con casarse y vivir feliz por siempre. Los traumas, el dolor, la violencia sufrida quedan guardadas en un baúl.
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