La reflexión revela las certezas, las trasluce, las remarca; la perspectiva sitúa al ser pensante inexorablemente de un lado de la tribuna y la verdad se retuerce en un prisma infinito que se nutre de tantos lados como de ojos la humanidad.
La revista Semana Económica es honesta con su perspectiva. Es una revista hecha por y para empresarios. Mira por ellos, se sienta en la misma tribuna que ellos y, evidentemente, es a ellos a quienes les habla.
Pero a veces la perspectiva, los ojitos que miran el prisma infinito no son más que meros disfraces, cínicos disfraces, usados para escarbar argumentos desde la caca, echarles perfume y venderlos en el escaparate blanco y negro de una revista presuntamente respetable.
Mientras el mundo sudamericano debate en torno a la aparición de las aplicaciones que te llevan de todo a todos lados por dos pesos como una nueva forma de explotación laboral, Semana Económica aplaude desde su tribunita que el sudor, la salud y muchas veces la sangre de jóvenes desesperadxs mejore las ventas en dos o tres restaurantes de Lima, calificado como un “golazo” por el ejecutivo de una cadena hotelera que más que anteojeras usa antifaces, hechos de “me cago en la gente”.
En ningún momento la nota refiere a las condiciones laborales, a la alevosía con que estas aplicaciones explotan la desesperación juvenil con un sadismo que refleja el retroceso de la región en derechos laborales, al menos desde lo conceptual (enésimo retroceso, por cierto), luego de una década de caminar en sentido contrario, o al menos de intentarlo.
Porque disfrazar de prosperidad a unos avivados que vieron agujeros legales para implementar sistemas abusivos aplaudiendo el emprendedurismo de los cagados de hambre ya es irse al diablo. ¡Hasta la mochila te cobran!
No importa la tribuna desde la que se hable, tampoco la perspectiva. A veces, admito, sólo a veces, el prisma infinito tiene sus lados transparentes, y la verdad emerge desde el banquito que se la mire.
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