Panamericanismo, ayuda, cooperación, vecindario. La entrevista otorgada por Mauricio Claver-Carone a AFP, el 16 de septiembre, tuvo un inevitable tufillo a Doctrina Monroe. Un estadounidense hablando para los americanos.
El inminente titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el primer estadounidense en liderar el ente multilateral, no pudo ocultar el objetivo político de su designación, aunque en tramos de la entrevista haya intentado darle un carácter técnico a su designación.
En la cronología de la entrevista publicada por diversos medios, las primeras preguntas apuntaron a la coyuntura política y las últimas, a cuestiones relacionadas a la función de Claver-Carone al frente del BID. Y es en las primeras en las que el dirigente evidencia la función geopolítica que va a jugar al frente del banco.
Al principio, de hecho, el periodista no anduvo con rodeos: China.
En respuesta, Claver-Carone dio el primer indicio de su función, o de la razón de su designación: “Estados Unidos lanzó esta candidatura para poder ayudar en la recuperación económica por la pandemia y asegurarnos de que la región no sufra otra década perdida”. La mezcla de la persona en las dos oraciones es propio del lenguaje verbal. No obstante, el sentido es bastante claro: Claver-Carone habla en nombre de Estados Unidos. Es decir, no habla como un tecnócrata que asume un puesto clave en el desarrollo de la región, sino que habla como un funcionario estadounidense. “asegurarnos”, llega desde Estados Unidos, para asegurar a la región.
En esa misma respuesta, más adelante, hay una palabra reveladora: vecindario. En la frase, insiste en la visión del presidente Donald Trump sobre la relevancia del vecindario, obviamente en relación a Latinoamérica.
Pero, contextualizando, resulta una frase curiosa para un funcionario de Trump, el presidente que cimentó su éxito electoral precisamente por realizar el ejercicio inverso: un muro que distinga la América blanca y sajona de la América trigueña y española.
Está claro que, siguiendo la metáfora de vecindad, la casa estadounidense sería la casona del viejo rico que está rodeada de altos muros, perros y guardias de seguridad, mientras que los vecinos serían personas simples y pobres, en casitas medio derruidas, levantadas con barro y a la intemperie.
El final de esa primera frase es elocuente: “Aunque tiene una visión de su país primero, la extensión natural de eso es el continente americano primero”. Habla de Trump, claro.
Pero esa aclaración es muy interesante porque cumple con un ejercicio habitual en los dirigentes estadounidenses: en algún momento de sus discursos, mientras hablan de defender la democracia y velar por todos los buenos ciudadanos del mundo, dejan constancia de que van a velar por los intereses estadounidenses allá en donde sea.
Y Claver-Carone no falla en esa premisa: Trump tiene una visión de su país primero. Lo que es lógico y esperable, el cuestionamiento no necesariamente es que un presidente ponga primero a su país, sino que intente convencernos de que en algún momento no lo va a hacer.
La honestidad, en todo caso, sería decir que el presidente va a velar por los intereses de todos, siempre y cuando le sea conveniente a sus propios intereses, pero, ¿quién diría eso, no?
La siguiente respuesta, la segunda, también aporta datos interesantes sobre la concepción del cargo que tiene Claver-Carone.
El entrevistados persiste con el anzuelo “China”, clave para entender la decisión de Trump de irrumpir en el BID, y Claver-Carone muerde, vaya a saber si con inocencia o cinismo.
¿Fue un error el ingreso de China al BID en 2008?, preguntó el entrevistador. La respuesta del dirigente fue respetuosa hacia China, en el sentido de que en su concepción liberal de la economía, el gigante asiático tiene todo el derecho de comerciar con los países latinoamericanos, pero reveló la pelea entre las potencias con bastante claridad.
“China nunca va a suplantar la relación entre los países de las Américas, pero sí va a rellenar vacíos existentes. ¡Y competitivamente eso es válido! No nos podemos enojar con China por eso, sino con nosotros mismos por haber dejado el vacío”. Si China puede llenar los “vacíos existentes” dejados por las administraciones anteriores de Estados Unidos, ¿cuáles son esos vacíos?
No sólo en el sentido estricto, sino en el simbólico: Claver-Carone considera que una potencia como China ha llenado espacios que ha dejado una potencia como Estados Unidos. La reflexión así sitúa a China y Estados Unidos como iguales, y Latinoamérica como un receptáculo de influencias. Si Estados Unidos no domina, dominará China.
En ese sentido, ¿en dónde queda el panamericanismo que mencionó el dirigente en ese mismo párrafo, qué fue del América para los americanos, acaso hay equidad en las relaciones, o más bien hay una desigualdad tan profunda que sitúa a una de las partes en un rol paternal, casi sobreprotector?
Más allá de los argumentos tecnicistas, o del futuro político del propio Donald Trump, no caben dudas de que el nombramiento de Claver-Carone se enmarca en la pelea geopolítica con China y en la posesión de una herramienta control regional.
Una reinterpretación moderna de la Doctrina Monroe, justo cuando el patio trasero empieza a rearmar frentes progresistas y mira con cariño los dólares chinos.
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