La polémica designación de Mauricio Claver Carone al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) implica un ladrillo más en la construcción del “muro” estadounidense alrededor Latinoamérica, para proteger su patio trasero en el nuevo escenario multipolar, y como respuesta de la movida independentista que gobernó la región durante la primera década del milenio.
La idea del muro resulta interesante, porque mientras Donald Trump construyó parte de su poder prometiendo muros fronterizos para impedir el acceso de personas, construye un muro político alrededor de toda la región, para impedir la influencia externa, especialmente china.
Aún antes de asumir, lo hará el 1 de octubre, Claver Carone ya sentó las bases de su principal función: promover las inversiones estadounidenses y desalentar las chinas. Y mientras Luis Almagro acciona desde la OEA, el obsecuente Grupo Lima reúne al “Pacífico conservador” y Bolsonaro manda besos a la Casa Blanca con una mano y con la otra empuña el garrote nacionalista, Estados Unidos cierra el cerco sobre su patio... Doctrina Monroe modelo Siglo XXI.
Ahora, pensemos, si tiene tanto control sobre herramientas políticas y económicas, ¿por qué abrir un frente de conflicto en el BID, por qué romper una vieja tradición de líderes latinoamericanos de repente? Porque la estrategia no está funcionando.
Veamos.
La Casa Blanca accionó, desde el punto de vista de la política regional, de tres maneras contra Venezuela: a través del apoyo a Juan Guaidó, del armado del Grupo de Lima y de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ninguna funcionó. Nicolás Maduro sigue siendo presidente y la oposición se ha vuelto a desmembrar.
Perdió la alianza de dos potencias regionales clave como Argentina y México, que para colmo de males han construido un frente común alternativo a la hegemonía estadounidense (no tan confrontativo como los gobiernos de principio de siglo, pero sí alternativo).
El peso de China como inversor aumenta en la región, mientras que Rusia mantiene influencia política.
Los gobiernos aliados atraviesan serias crisis de legitimación: Sebastián Piñera en Chile, Martín Vizcarra en Perú, la golpista Jeanine Añez en Bolivia, Lenin Moreno en Ecuador, Luis Duque en Colombia, entre otros. Mientras que Jair Bolsonaro ha mejorado su imagen, pero tiene serios cuestionamientos dentro y fuera del país, a la vez que Lula libre representa un peligro para su dominio electoral.
Mantiene la obediencia en casi todo Centroamérica, pero el costo de la política migratoria agresiva de Donald Trump le está pasando factura.
En ese escenario, la toma de posesión del BID tiene sentido para Estados Unidos, aunque se presume perjudicial para la región.
La Casa Blanca no va a permitir la pérdida de su patio trasero, cada vez más seductor por sus reservas de agua, energía y capacidad de producción de materias primas.
Comments