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La tenaz persistencia del mito de la «Argentina blanca» y «sin racismo»


por Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos (GEALA).

publicado por Antirracismos Geala


Desde el Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos (GEALA) del Instituto Ravignani de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dejamos sentada nuestra posición frente a la publicación de la nota del periódico Infobae con fecha 15 de noviembre de 2020, bajo el título “El Gobierno afirmó que en Argentina “opera un racismo estructural” para justificar la creación de una comisión”.


Como cientistas sociales de distintas disciplinas cuyas investigaciones se centran en temáticas afrodescendientes y de racialización en Argentina destacamos que la mencionada nota incurre en errores y omisiones que conducen a conclusiones completamente equivocadas y políticamente malintencionadas. Esto es, justamente, lo que sucede cuando se desconsidera la opinión del único afrodescendiente entrevistado (cuando son precisamente los afrodescendientes quienes saben cómo debieron vivir su condición como un estigma y cómo padecen el racismo cotidianamente) y tampoco se consulta a quienes estudian, investigan y desarrollan estas temáticas desde hace décadas.


Infobae asegura recoger la “opinión de los historiadores” sobre la creación de una comisión del INADI para el reconocimiento histórico de lxs afroargentinxs. Pero “los historiadores” no forman un grupo homogéneo y se dividen, entre otras cosas, por su incumbencia en distintos campos de especialización. Además de tener perspectivas y posiciones muchas veces encontradas, existen conocimientos históricos y antropológicos específicos que han sido pasados por alto en la nota y cuya ausencia refuerza los discursos de invisibilidad de una población afroargentina que se ha mostrado resiliente a la imposición de un proyecto de nación que les niega la posibilidad de ser argentinos y afrodescendientes (el “y” es la clave aquí).


En la investigación encomendada por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) y el Banco Interamericano de Desarrolllo (BID) a Rodolfo Stavenhagen en 2001, se define al racismo estructural como a “profundas desigualdades económicas (…), marginación social (…), exclusión política y subordinación cultural (…) que conforman un cuadro histórico de discriminación persistente (…) enraizado en las estructuras de poder y de dominio que han venido caracterizando a las sociedades latinoamericanas durante siglos”. Es decir, el concepto de racismo estructural está señalando la persistencia de estructuras de desigualdad que suelen quedar veladas, ocultas y que a diferencia de lo que sugiere la nota de Infobae no necesitan asemejarse al apartheid sudafricano o a una segregación espacial – y que nuestro país, efectivamente, no vivió. A partir de este desconocimiento inicial sobre lo que sería realmente el «racismo estructural» el artículo encadena una serie de argumentos generales que, por provenir del ámbito académico y por ser enunciado por investigadores de prestigio internacional, refuerzan las ideas de armonía, mestizaje e integración que justamente reproducen el racismo estructural que se quiere negar.


Son precisamente las investigaciones históricas actuales las que demuestran que esa integración nacional fue discutida y sufrida por lxs afroargentinxs. De hecho, el proyecto de nación homogénea que celebra lo europeo y la blanquitud como modernidad y civilización integradora que se impuso en el siglo XIX está aún vigente no sólo en el imaginario nacional –como demuestra la nota– sino en algo tan palpable como en la Constitución Nacional, selectivamente citada por Infobae. En su artículo 25 nuestra Carta Magna continúa afirmando que el Gobierno Federal fomentará la inmigración europea.


La supuesta inexistencia local de racismo estructural también se desmiente con estudios estadísticos recientes. Los pocos trabajos locales sobre desigualdad social que incluyen como variable el color de piel de las personas, demuestran empírica e inequívocamente que ésta tiene en Argentina, al igual que en otros países de Latinoamérica, consecuencias significativas sobre las posibilidades de acceso a la educación y en el posicionamiento en el mercado de trabajo.


Un estudio de Edward Telles y Liza Steele, profesores de la Universidad de Princeton, que utiliza datos del Barómetro de las Américas para ver la relación entre logros educativos y color de piel demuestra que nuestro país, al igual que el resto de Latinoamérica, puede ser descripto como una «pigmentocracia». Por su lado, otro cuidadoso trabajo de Pablo Grande y Agustín Salvia, con datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, señala que «no tener un color de piel blanco expone a las personas -independientemente de su nivel educativo, sexo y edad– a condiciones desfavorables en el mercado de trabajo». ¿Alguien que viva en Argentina puede dudar que las personas «no blancas» muestran mayores índices de desempleo, mayores posibilidades de obtener empleo precario sin seguridad social y sufren significativas desventajas salariales y sociales?


Estos trabajos académicos brindan carnadura estadística a los numerosos testimonios de discriminación cotidiana de lxs individuxs cuyo fenotipo los ubica fuera del espectro de la Argentina imaginada, integrada, «blanca» y «europea». En esa Argentina opera sin cesar una discriminación constante que las investigaciones de historiadorxs, antropólogxs y otrxs científicxs sociales que trabajan codo a codo con las organizaciones afrodescendientes en el país denuncian desde hace años, conformando una academia comprometida con la realidad social, involucrada en la producción conjunta de conocimientos y en ofrecer miradas novedosas que puedan generar cambios sociales, siempre apuntando a una mayor igualdad social.


Porque el racismo estructural es el que provoca que las maestras de escuela primaria les digan a sus alumnxs que no pueden ser afrodescendientes, porque en el país los descendientes de esclavizadxs “desaparecieron”. O que lxs profesores de colegios secundarios enseñen que la esclavitud fue “bondadosa” porque fue doméstica y no de plantación. O que las representaciones de lxs afrodescendientes en los medios de comunicación se basen pura y exclusivamente en las ideas de salvajismo, hipersexualidad y corporalidad desmedida. Ese racismo estructural es el que hace que se les pregunte a lxs afroargentinxs una y otra vez si son brasileros o uruguayos. Es el que promueve los discursos que estigmatizan a las religiones de matriz africana y que las señale como espacios de barbarie y criminalidad. Afrodescendiente, de hecho, es un concepto que remite a una historia específica que no puede ser confundida con autoproclamarse ítalo-argentino o español-argentino. Los italianos y los españoles migraron, los afro descienden de personas secuestradas en África y obligadas a trabajar y morir en la esclavitud. A diferencia de los españoles e italianos argentinos, no es posible para un afrodescendiente ir a buscar a sus ancestros.


El racismo estructural es lo que permite que se siga pensando que en la Argentina no hay racismo, y que el proyecto de nación integró sin costo alguno, sin desacreditar el dolor y la memoria de quienes por sus cuerpos y por sus ancentrxs son no sólo distintxs sino desiguales. Por eso la lucha y la importancia de una academia comprometida con el presente. Por eso la necesidad de que sea el propio Estado quien esté al frente del esfuerzo por desandar siglos de racismo. Un Estado argentino que, por otro lado, ha asumido el compromiso, nacional e internacionalmente y más allá de los gobiernos de turno, de llevar a cabo políticas activas para revertir la invisibilización de los afroargentinos y luchar contra la discriminación racial. *


A través de todo lo expuesto, esperamos que quede claro que la investigación académica actual y especializada -tanto desde la historia como desde la antropología y la sociología- ven en nuestra «tradicional» narrativa celebratoria del mestizaje un verdadero deseo de proclamar la «blanquedad» del pais, que precisamente oculta la discriminación y el racismo que sufren diariamente miles y miles de compatriotas.


* Por ejemplo, el gobierno de Mauricio Macri el 15 de agosto de 2017 se comprometió a «elaborar un programa nacional para la aplicación del “Decenio Internacional de los Afrodescendientes»

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