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Foto del escritorCronista de lo Obvio

Haití: la deriva autoritaria de Jovenel Moïse

por Bárbar Ester

publicado en Celag



Luego de años de instabilidad, crisis y violencia generalizada, algo parece haber estar cambiando en Haití. El mandato de Jovenel Moïse (PHTK) fue controversial desde el inicio: su asunción se demoró un año por los disturbios frente a las denuncias de fraude electoral. Fue un año que el PHTK le robó a la democracia haitiana y por el cual la Corte Suprema consideró que el mandato debería haber finalizado en febrero. Sin embargo, los magistrados fueron encarcelados acusados de perpetrar un golpe de Estado a un Gobierno que no realiza elecciones libres desde 2016. En enero de 2020 culminaron los mandatos de todos los diputados, dos tercios de senadores y de la mayoría de los alcaldes. Por su parte, cinco primeros ministros, figura constitucional que funge de articulador entre el Parlamento y el Ejecutivo en un diseño institucional híbrido, se han desempeñado en el cargo. No sólo es la mayor rotación de la que se tenga registro, sino que los últimos dos, Joseph Jouthe y Claude Joseph, fueron designados por decreto.


También el último año, un nuevo azote sacudió al país caribeño: la crisis de seguridad, encarnada en una violencia generalizada perpetrada por grupos armados que realizan secuestros y asesinatos, en muchos casos con la sospecha de que las bandas criminales cuentan con anuencia del Gobierno para desbaratar las protestas mediante el asesinato de líderes sociales y dirigentes de la oposición. Es decir que, al menos desde 2020, los paladines de la democracia internacional tenían claras señales de que el Gobierno de Haití había tomado una senda dictatorial. La gangsterización o el “neoduvalismo”[1] de Moïse trajo consigo las características que por casi treinta años fueron el manual de la dictadura de los Duvalier: corrupción, represión, insensibilidad ante las demandas populares y apertura al imperialismo del libre mercado.


Si Dios está con nosotros ¿quién está con ellos?


El Centro de Análisis de Investigación en Derechos Humanos (CARDH) fue el primero en denunciar la complicidad del Gobierno con distintas pandillas que “reciben dinero, armas y funcionarios del Gobierno; nombran y destituyen en la administración pública; secuestran, matan y violan como mejor les parezca”. En el año 2020 se registraron 796 secuestros, mientras que en los primeros dos meses del 2021 ya se registraban 110[2]. En abril, la ola de secuestros alcanzó a miembros de la Iglesia Católica (5 sacerdotes, 2 religiosas y 3 laicos, 2 de ellos de nacionalidad francesa), hecho que precipitó la renuncia del premier Joseph Jouthe y el pronunciamiento del presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en el que ha expresado su solidaridad en nombre de los obispos del continente ante la escalada de secuestros[3].


El nuevo primer ministro interino designado por el Ejecutivo, Claude Joseph, era hasta abril el responsable de Relaciones Exteriores y antiguo embajador en España. El 14 de abril, día de la posesión del cargo, agradeció el apoyo mostrado por Estados Unidos, especialmente a la subsecretaria adjunta de la Oficina de Asuntos para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EE. UU., Julie Chung, por su “apoyo”. Cabe destacar que la Embajada de Estados Unidos y Julie Chung, fueron las primeras voces que condenaron por primera vez a Moïse desde Was­hington en febrero de este año. La funcionaria del Depar­tamento de Estado dijo que Estados Unidos “no se que­dará callado cuando son atacadas las instituciones democráticas y la sociedad civil”. Vía Twitter, la subsecretaria había afirmado: “Estados Unidos espera continuar la cooperación con el primer ministro interino @claudejoseph03, y trabajar con el Gobierno de Haití y todos los actores haitianos y socios internacionales para organizar elecciones legislativas y presidenciales justas y libres en 2021”. La omisión del referéndum que trata de impulsar Moïse fue significativo y advierte las diferencias entre el Ejecutivo y el premier.


Elecciones, elefantes y burros


El apoyo más importante con el que contó Moïse provino de la comunidad internacional, principalmente de Estados Unidos (a pesar de que su aliado Donald Trump calificó públicamente a Haití como un “país de mierda”)[4]. Tal vez lo que faltó aclarar es que la nación del continente que más gobiernos ha tenido en menos tiempo desde finales del siglo XX -desde que cayó la dictadura Duvalier en 1986 a la actualidad el país ha tenido una veintena de gobiernos- es que este récord no hubiera sido posible sin la aquiescencia norteamericana detrás. Sin ir más lejos, en noviembre de 2020 Moïse restituyó en su cargo a Léon Charles, quien el 29 de febrero de 2004 asumió al frente de la Policía Nacional de Haití justo después del golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide -sacerdote católico dos veces electo presidente y dos veces derrocado por EE. UU.-. El golpe fue realizado bajo la gestión de otro miembro del partido del elefante, el republicano George Bush[5].


Pero no todos son elefantes: el primer Gobierno de Martelly (PHTK) –antecesor de Moïse- fue promovido desde Washington por la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton[6]. Cabe destacar que mientras los resultados oficiales otorgaban la victoria a la profesora y exprimera dama Mirlande Manigat (31,37 %), el segundo, a Jude Celestin (22,48 %) y el tercero a Michel Martelly (21,84 %), un informe de la OEA detectó “fraudes” y recomendó que “el candidato que quedó en tercer lugar (Martelly) pase al segundo lugar, y el que quedó en segundo puesto (Celestin) pase a ocupar la tercera plaza”[7]. Con la exclusión del yerno del presidente en ejercicio –sutilezas demócratas mediante- Martelly, quien había quedado tercero, entró al balotaje y ganó los comicios.


2021 es un año electoral, con comicios generales previstos para septiembre y sufragios locales en noviembre. Tal vez por ello, luego de la victoria demócrata en EE. UU., Moïse ideó la convocatoria a un referéndum para la redacción de una nueva Constitución en sintonía con la nueva gestión. Sin embargo, la oposición haitiana se negó a a participar en esa iniciativa, al igual que la mayoría de la sociedad civil, que protagoniza protestas multitudinarias desde el 2018. La fecha para el referéndum, inicialmente el 25 de abril, fue aplazada al 27 de junio producto de los disturbios, y hasta su propio partido (PHTK) dejó de impulsarla. La última en sumarse a las críticas fue la oficina de la ONU en Haití, que advirtió recientemente que el proceso de consultas en torno del borrador de la nueva Constitución manipulado exclusivamente por el Ejecutivo no es “lo suficientemente inclusivo, participativo o transparente”.


El cambio se daría recién con la petición de más de sesenta congresistas demócratas demandando “una revisión significativa de la política de EE. UU. en Haití”[8] por parte de la Administración Biden. La misiva lanzó la advertencia de que “la insistencia de EE. UU. en elecciones a toda costa en Haití a finales de este año corre el riesgo de exacerbar el ciclo de inestabilidad política del país y violencia”. Así, la visibilidad hizo lo que el sentido común no había logrado: el referéndum fue finalmente desechado. En la carta enviada al secretario de Estado, Anthony Blinken, los legisladores solicitaron que Biden use su “voz y voto” con las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA) -las cuales reciben financiamiento estadounidense- para garantizar que los dólares de los contribuyentes no se utilicen para apoyar el referéndum constitucional[9]. Hasta el momento, tanto la OEA como la oficina política de la ONU en Haití habían ofrecido su apoyo al proceso y la ONU controlaba un fondo común de recaudación para los comicios, entre ellos el referéndum.


Recapitulando con algunos ejemplos, Estados Unidos apoyó a la dinastía Duvalier (1957 y 1986), llevó a cabo dos golpes de estado diferentes contra el presidente Jean-Bertrand Aristide e interfirió en las elecciones de 2010, celebrada menos de un año después del devastador terremoto. Es decir, el inicial respaldo de Biden al golpe de Moïse es totalmente coherente con la política de Estados Unidos sobre Haití desde hace mucho tiempo, una política que contrasta radicalmente con los ideales democráticos que afirma defender. Los motivos son simples: “Haití está abierto a los negocios”[10] y apoya los intereses comerciales de Estados Unidos. Un documento del Departamento de Estado de 2020[11] elogia a Moïse por haber “articulado un compromiso para mejorar el entorno empresarial y atraer inversores extranjeros” y celebra tanto a él como a su predecesor por “fomentar la inversión extranjera y desarrollar un crecimiento económico basado en el mercado y liderado por el sector privado”.


Sin embargo, luego del asalto al Capitolio y el juicio político al expresidente Donald Trump, el fantasma del “golpe” forma parte de la propia legitimidad republicana y vuelve mucho más controversial el apoyo a medidas antidemocráticas en otras geografías. La reciente reinvención de Biden y su intento por mostrar un rostro más humano de su gestión tienen su correlato en Haití. Pero, como afirma Kim Ives, “las protestas en Haití son un repudio al autoritarismo y a la intervención estadounidense”. El resultado aún está en disputa.

[1] Kim Ives, Autoeditor de Haïti Liberté y copresentador de un programa semanal sobre Haití en WBAI-FM. https://jacobinlat.com/2021/03/11/las-protestas-en-haiti-son-un-repudio-al-autoritarismo-y-a-la-intervencion-estadounidense/

[10] Slogan de Jean-Claude Baby Doc Duvalier a principios de la década de 1980.



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